LA REINA DE CORAZONES






A ella le gustaría ser la niña dulce de piel pálida y coger al hombre de hojalata que ha sentado en la esquina y acariciarle el pelo con la cabeza junto a su pecho hasta caldearle el metal.
Le gustaría pedirle que le dejara mirar su corazón recién estrenado porque, ella lo sabe, lo estaría mirando durante horas sin cansarse.
Pero en cambio, una noche más, la Reina de Corazones despliega sus maneras de madame y saca brillo a su papel de anfitriona. Con un breve gesto en los labios consigue que todos la obedezcan sin rechistar cuando les dicta dónde sentarse, saca de la manga su propia baraja y reparte las cartas como el mejor de los crupieres.
Y nadie sospechará que prefiere aburrirse en otra partida amañada que pasar sola una noche más.

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