EL HOMBRE DE HOJALATA







Algunas veces, el Hombre de Hojalata recuerda que hubo un tiempo en el que su única preocupación consistía en no olvidarse la aceitera.
Entonces siente como una ausencia que se le agarra a la garganta, melancolía cree que se llama.
Cuando esto le ocurre, unas ganas tremendas de matar al Mago le hacen nudos en las tripas; y cree que eso debe de ser el odio.
Si, además, el día es frío y lluvioso, no puede contener las lágrimas, las más desobedientes de los fluidos corporales hasta cuando uno es de hojalata. Leyó en algún sitio que eso podía ser rabia.
Y un arrepentimiento pequeñito pasa corriendo por su lado como un insecto. Cree que, si lo pisa, algo parecido al asco le subirá por las piernas.



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